Sucedió en Granada, en la noche del 30 de Abril de 1958, en El Padul. Los testigos, Torcuato Sánchez y Jiménez Leyva, observaron un extraño artefacto que emitía una potente luz, tendría unos diez metros de diámetro y descendía sobre una colina. Un breve tiempo después se elevó y tomó rumbo hacía Baza dejando una estela de tono amarillento a gran altitud.
Otro incidente ovni tiene lugar en el monte Mojón Alto, en el Mulhacén en agosto de 1958, a 3000 mil metros de altura, con tiempo despejado. Aquel día algo, un ovni, se posó y fue visto por un espacio de tiempo de casi quince minutos. Los testigos afirmaron que tenía forma de cohete, de unos diez metros de altura y que se apoyaba sobre tres patas, de características metálicas pues reflejaba la luz. Posteriormente se elevó y tomó rumbo a Alvica.
El humanoide
Otro suceso inexplicable en Granada fue el que se produjo pasada la medianoche de un caluroso 4 de junio de 1972. En la cama, acostado, se encontraba descansando un chico de catorce años, Juan M. A. De repente le despertó una luz pulsante que iluminaba la habitación que estaba ubicada junto a la de él. Aquella luz llamó su atención y decidió ir a echar un vistazo.
Al llegar allí se encontró algo inusual. Había una especie de cilindro posado en el exterior de la vivienda, una casa de campo en las afueras de la capital. El objeto tenía unas dimensiones de ocho metros (aproximadamente), emitía una luz blanco-amarillenta, tirando al anaranjada. Se encontraba de pie sobre su base. Hacia la mitad superior había una especie de anillo por la que se desplazaba un ser, un humanoide. Juan calculó que tendría dos metros de estatura.
El testigo sintió miedo y llamó rápidamente a sus dos primos que también estaban en la finca, en sus habitaciones. Los tres chicos volvieron a mirar por aquella ventana en busca del objeto, y allí estaba. Los tres estaban siendo testigos de las acciones de aquel ovni que se encontraba silencioso a unos quince metros de la casa.
El humanoide se detuvo frente a la ventana de aquella finca. La luz hizo que los muchachos sólo observaran su silueta, «el bulto negro», pero no los rasgos faciales. Aquella rampa o anillo parecía gaseosa. Asustados, los chicos corrieron a sus habitaciones. Dejaron las contraventanas abiertas y, con temor, permanecieron en vela toda la noche esperando que aquello no entrara en la casa.
Eran conscientes de que el ovni seguía allí. Lo sabían por el fulgor anaranjado que seguía entrando por la ventana de la cocina.
Tras dos horas interminables, el objeto desapareció. Los chicos, que estaban solos en casa, dibujaron aquel objeto para no olvidar como era. Al regresar los adultos le explicaron su insólita experiencia. Los padres lo tildaron de alucinación. Sin embargo los chicos afirmaban lo real que había sido su experiencia, una experiencia que aún hoy no tiene explicación.