𝑪𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒕𝒊𝒎𝒐𝒔 𝒖𝒏 𝒗𝒊𝒅𝒆𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑽𝒊𝒆𝒓𝒏𝒆𝒔 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒐 (𝒄𝒉𝒂𝒄𝒂𝒓𝒆𝒓𝒂) 𝑬𝒍𝒑𝒊𝒅𝒊𝒐 𝑯𝒆𝒓𝒓𝒆𝒓𝒂 𝒅𝒆 𝒑𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝑺𝒂𝒏𝒕𝒊𝒂𝒈𝒖𝒆𝒏̃𝒂, 𝒊𝒅𝒆𝒂 𝒚 𝒑𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏: 𝑴𝒂𝒏𝒐𝒍𝒐 𝑯𝒆𝒓𝒓𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝒍𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒕𝒊𝒄𝒊𝒑𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒅𝒆: 𝑱𝒖𝒂𝒏 𝑺𝒂𝒂𝒗𝒆𝒅𝒓𝒂, 𝑪𝒂𝒓𝒐𝒍𝒊𝒏𝒂 𝑯𝒂𝒊𝒄𝒌, 𝑫𝒖́𝒐 𝑶𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂𝒏𝒂 𝑳𝒖𝒄𝒄𝒂, 𝑴𝒂𝒏𝒐𝒍𝒐 𝒚 𝑺𝒂𝒎𝒖𝒆𝒍 𝒉𝒆𝒓𝒓𝒆𝒓𝒂 𝒆𝒏 𝑺𝒂𝒄𝒉𝒂𝒈𝒖𝒊𝒕𝒂𝒓𝒓𝒂 (𝑮𝒖𝒊𝒕𝒂𝒓𝒓𝒂 𝒅𝒆𝒍 𝒎𝒐𝒏𝒕𝒆).
𝑪𝒂́𝒎𝒂𝒓𝒂, 𝒅𝒊𝒓𝒆𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏 𝒚 𝒑𝒐𝒔𝒕𝒑𝒓𝒐𝒅𝒖𝒄𝒄𝒊𝒐́𝒏: 𝑫𝒊𝒆𝒈𝒐𝒅. 𝑭𝒐𝒕𝒐𝒈𝒓𝒂𝒇𝒊́𝒂
𝑮𝒓𝒂𝒃𝒂𝒅𝒐 𝒆𝒏 𝒍𝒐𝒔 𝒆𝒔𝒕𝒖𝒅𝒊𝒐𝒔 𝑪𝒖𝒄𝒉𝒆𝒕𝒂 𝒚 𝑬𝒍𝒑𝒊𝒅𝒊𝒐 𝑮𝒓𝒂𝒃𝒂𝒄𝒖𝒏𝒂
𝑹𝒂𝒇𝒂 𝑯𝒆𝒓𝒓𝒆𝒓𝒂 𝒚 𝑱𝒂𝒏𝒂 𝑩𝒂𝒏𝒆𝒈𝒂𝒔 𝒋𝒆𝒇𝒆 𝒅𝒆 𝒈𝒓𝒂𝒃𝒂𝒄𝒊𝒐́𝒏.
A la sombra del Viernes Santo, cada uno de nosotros puede ponerse ante la Cruz y confrontarse con el Señor Jesús sobre sus propios problemas, sus dramas, sus propios sufrimientos. Todas las cuestiones de la vida están iluminadas por la Cruz, hasta el punto de que podríamos decir realmente que “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Hay que seguir al Señor Jesús en el amor, hasta el final. Como Él nos ha amado.
La liturgia del Viernes Santo se compone de tres momentos: Liturgia de la Palabra, Adoración de la Cruz y Comunión. En este día y a través de esta liturgia, se invita a los fieles a fijar su mirada en Jesús, el Crucificado. Cristo murió en la Cruz para llevar a cabo la misión de salvación que el Padre le había confiado: “He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. “Él -dice Isaías- tomó sobre sí nuestros sufrimientos, cargó con nuestros dolores, y nosotros lo juzgamos castigado, golpeado por Dios” (Is 52,13-53,12). Jesús pagó con su vida el precio más alto por nuestra desobediencia, y lo hizo con amor y por amor: “Jesús, siendo rico, se hizo pobre por vosotros, para que os enriquecierais con su pobreza” (2 Cor 8,9).
Junto a la cruz de Jesús, estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.
Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien Él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquel momento, el discípulo la recibió en su casa.
Después, sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final, Jesús dijo: «Tengo sed». Había allí un recipiente lleno de vinagre; empaparon en él una esponja, la ataron a una rama de hisopo y se la acercaron a la boca.
Después de beber el vinagre, dijo Jesús: «Todo se ha cumplido». E inclinando la cabeza, entregó su espíritu. (Jn 19,25-30)
Oración
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
a tu grito de dolor
me uno con mi dolor,
mis miedos y pérdidas,
mis decepciones y el vacío del corazón.
Te grito mi necesidad de Ti.
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
como sacerdote, me hago intercesor
por todos mis hermanos y hermanas:
te traigo, uniéndolo a tu grito,
los gritos de los corazones que lloran
por sus seres queridos que han muerto.
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
te traigo, uniéndolo a tu grito,
el miedo de los enfermos y de los ancianos,
el cansancio del personal sanitario
el agotamiento de las familias,
la desconfianza de los jóvenes, los niños y adolescentes.
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
te traigo, uniéndolo a tu grito,
la preocupación de los empresarios,
el miedo de los trabajadores.
la inquietud de los profesores,
el desconcierto de nuestras comunidades cristianas que se resquebrajan.
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
acepta nuestro clamor y escúchanos.
Enséñanos a encomendarnos
al Padre tuyo y nuestro,
a dejar que nos custodie
en sus amorosos brazos.
Señor Jesús,
Hombre de la Cruz,
acepta nuestro clamor y escúchanos,
seguros de que nada sucede
fuera de tu plan de amor;
enséñanos a creer
que todo, en Ti, tiene sentido.
Señor Jesús,
Hombre de la cruz,
confío en Ti. Me encomiendo a Ti.