Viaje al corazón de un día histórico para el fútbol mundial: el debut de Lionel Messi en PSG, desde adentro
Lionel Messi debutó en Paris Saint Germain. Lo hizo en Reims y, más que un partido de fútbol, fue un espectáculo. El estadio August-Delaune entero coreando su nombre. ”Ohlalá, ohlalá, Leó, Leó, Messí, Messí”, cantaban propios y extraños en medio de una extraordinaria ovación. Eran las 10 y 10 de la noche. Salía Neymar, el 10, su gran amigo y entraba él, el 30. Un gran show de la ahora galáctica Ligue 1 al que todos querían asistir. Messimanía en acción. Un fenómeno que atraviesa todas las clases sociales.
La cancha estalló, unánime, con “fair play”, en ovación y comunión deportiva, cuando Messi entró al campo de juego en su primer partido en Francia y con otra camiseta que no era la del Barcelona. Un grito tan largo como conmovedor para celebrar al mejor jugador del mundo. Ya había explotado la cancha cuando mencionaron su nombre como uno de los integrantes del banco de suplentes del PSG de Mauricio Pochettino.
Como en un film de suspenso, para conseguir un final a todo rating, las tribunas volvieron a rugir cuando los hinchas detectaron que calentaba para entrar. Un bello gesto de los fanáticos que dio la vuelta al mundo. Un superstar debutando en una pequeña e histórica ciudad, que necesitaba ese formidable “golpe de proyectores”, como lo definió Jean Pierre Caillot, su alcalde.
Veintiún años después de su llegada al Barcelona, Leo empieza una nueva vida y todos los franceses están felices de que sea en su país. Había esperado en el banco y entró a los 21 minutos del segundo tiempo. Fue, se insiste, un delirio colectivo de emoción y de bienvenida. Al sueño de Leo en Francia le daban el dribbling inicial. Un momento mágico, que en ese estadio repleto no solo lo veían los franceses, sino también alemanes, belgas, ingleses y holandeses, todos llegados especialmente para presenciar una nueva era.
Fueron once los elegidos por Pochettino para el inicio de este partido por la cuarta fecha de la Ligue 1: Navas, Hakimi, Marquinhos, Kehrer, Diallo; Wijnaldum, Gueye, Verratti; Di Maria, Mbappé y Neymar. Fue su íntimo amigo Angel Di María el que ocupó el lugar por el que suele moverse en el campo de juego. En el banco aguardó hasta que llegaron los minutos más famosos del fútbol francés: entró Messi al campo de juego, con el 30 en su espalda y sus botines naranjas.
Leo I en la Ciudad de los Reyes
La Catedral de Notre Dame de Reims, de evidentes similitudes con la parisina. Foto Noel Smart
La “ciudad de las coronaciones” para Leo I, el nuevo rey de Francia. Su debut en Reims, la ville de los reyes de Francia, la capital del champagne y los gourmandes, la ciudad mártir por los bombardeos alemanes de la I y II Guerra Mundial, en cuya catedral de Notre Dame se firmó la paz. Semejante e histórica para una estrella tan genial como discreta, humilde y sin exuberancias. Lejos de la personalidad explosiva de Diego Maradona, idolatrado en Francia. Sereno, con el mismo genio y con una cuarta dimensión incorporada en su ADN para analizar el campo de juego con la velocidad de la luz.
Se trata de una historia de amor renovada entre Argentina y Francia, reencarnada en Messi, que transformó definitivamente al Paris Saint-Germain en un equipo global y a la capital francesa en una referencia obligatoria para visitar el Parque de los Príncipes, su estadio, que deberá ser ampliado. Pochettino había dicho que Leo se adaptaba rápidamente al equipo y podía jugar. En esta fiesta en Reims fue la torta de boda, el último paso de la fiesta a estadio repleto, con venta y reventa de entradas agotadas.
Un club de leyenda
El debut de Messi en la Ligue 1 fue ante un club legendario que fue dominador en la mitad del siglo pasado, cuando llegó un par de veces a la final de la Copa de Europa y todos hablaban de su fútbol champagne que cautivaba a los fanáticos. Carlos Bianchi fue uno de los argentinos que resplandeció en sus filas, fue su mánager y hasta hoy lo recuerdan con afecto. Otro fue Santiago Santamaría. Pero cuando los millones de euros comenzaron a comercializar el fútbol y sus jugadores se cotizaban en oro, el Stade de Reims mantuvo a sus ideales y cayó a la segunda división.
Vive ahora un renacimiento. Lo dirige Oscar García, un catalán que admira a Messi y es fan del Barcelona. Este domingo nublado, frío y un poco lluvioso fue el primer día de apertura tras la larga pandemia. Una fiesta de los socios, de las familias de Reims, que se volvieron a encontrar en sus plateas tras meses de aislamiento. Y Messi, el bonus track de una jornada que comenzó con largos almuerzos familiares en casa o en el siempre repleto Bistrot des Anges, cerca de la Catedral, donde a los remois les gusta encontrarse para almorzar el domingo.
El chaleco de fotógrafo fue la pieza más codiciada en esta tarde gris. Había que conseguirla. La demanda era monumental. Los fotógrafos se dividieron entre el partido y el banco de suplentes. Seguir a Messi con su camiseta azul y su pechera de suplente fue el otro trabajo que todos los medios pedían. El ascensor de prensa fue otro trofeo. Había que llegar por él al tercer piso del estadio y había lugar para apenas 80 periodistas. Un guardia de seguridad, astuto y divertido, anunció en esa marea masculina: ”Ella es la mamá de Messi”. Felicitaciones, abrazos italianos, buenos deseos y, al final, un ascensor para mi sola.
El show de Messi
Martín Moreno, su amigo Jeff y una locura para ver a Messi. Foto Noel Smart
Si hay una declaración de amor a Messi es la de Martín Moreno, un chileno que viajó especialmente desde Santiago para verlo. Llegó al estadio de Reims desde Milán sin dormir con una bandera argentina. “Él es un genio. Me encanta su humildad, su habilidad para jugar a la pelota, sin que nadie pueda frenarlo. Es el mejor del mundo. Fueron los 1.000 euros mejor gastados de mi vida”, dice este vendedor de autos, que celebra con Jeff, su amigo libanés, vestido también con la camiseta de la Selección Argentina.
“Leo es el mejor de los mejores. El ve el terreno en cuatro dimensiones. Es natural lo que hace, no le cuesta el menor esfuerzo. Messi es global. El mundo entero lo conoce”, recuerda Jeff, que sigue al crack rosarino desde sus épocas del Barcelona.
Fabián es un viejo fanático del Stade de Reims, un empleado bancario. La bufanda roja y blanca lo delata. “No importa quien gane. La diferencia es tan abismal que estoy aquí para ver un show”, avisa y reflexiona: “Poder ver jugar a Messi, a Neymar, Mbappé y Dí María será inolvidable. Para contarles a mis nietos”.
Vincent, un funcionario del estado francés, llegó junto su hijo Mattheus en tren para ver el partido y está encantado. ”Es el mejor jugador del mundo junto a Cristiano Ronaldo. Una maravilla de ver y recordar”, admite en la entrada del estadio.
Un debut a su medida
Messi, en el calentamiento antes de entrar. Foto Noel Smart
Tres semanas después de su llegada a París, el debut de Messi galvaniza el mundo. Centenares de periodistas pidieron acreditación cuando sólo había 80 butacas en el palco de prensa. Un fenómeno global, que lanzó a su ciudad, a su catedral gótica, a su champagne, en un espiral de fama alrededor del mundo, cuando los turistas no han llegado aún a Francia de regreso tras el Covid.
Leo no había jugado en otro equipo nunca y salió del FC Barcelona con la sensación de un desalojo inesperado, un aire de traición cuando se sentía en su casa. La recepción en París, los ultras y su vigilia en el aeropuerto, las familias árabes y negras gritando su nombre, fueron sus primeras grandes emociones. Un abrazo que necesitaba después del destrato, las lágrimas, una partida dolorosa y fuera de todos sus cálculos.
Los ultras del PSG y el Stade de Reims se mezclaron en franca camaradería para gritar su nombre. El ”Leooooooo, Leooooooo” unía la cancha en una sola voz.
La hinchada del PSG que llegó hasta Reims. Foto Noel Smart
“Olé, olé”, gritaban los ultras del PSG en la tribuna con sus banderas azules, blancas y coloradas, su increíble energía y sus elaboradas coreografías. Cantaron todo el partido. Las tribunas fueron una fiesta. Los fans del Reims dieron el ejemplo: no dejaron de alentar y disfrutaron de un espectáculo inolvidable.
Dos show paralelos: Messi y Mbappé
Mbappé y Messi, tras el final del partido. Foto FRANCK FIFE / AFP
Hubo dos shows simultáneos en la noche del Stade Auguste-Delaune. La llegada de Messi y la incertidumbre sobre lo que pasará con el futuro de Kylian Mbappé. ¿Se quedará o no en el club de los qataríes?
Alto, refinado y ágil, Mbappé recibió una silbatina cuando pisó la cancha y una ovación cuando hizo los dos goles. Pero si este parisino profundo aún está jugando en PSG es porque las negociaciones con el Real Madrid no han concluido. El club capitalino quiere que Kiki se quede. No aceptó el primer intento del sagaz Florentino Perez y su llegada a los Merengues será un incógnita hasta el final del mercado de pases -previsto para este martes 31-.
Le produce placer jugar con Messi. Se buscaron y coincidieron en las paredes, disfrutaron juntos. Mbappé abrió el marcador con un ejemplar cabezazo y los ultras del PSG lo celebraron sin parar de cantar. Su actuación fue brillante como para quedarse o bien despedirse con honores del PSG. Le queda un año de contrato y los que saben aseguran que permanecerá en París, aunque la prensa española en masa hable de él como si ya fuera un habitante de la Casa Blanca.
A los 6 minutos del segundo tiempo el estadio se paralizó. Un cabezazo y rebote de Munetsi, del Stade de Reims, ponía el 1-1 parcial, pero el VAR tras una larga revisión detectó que estaba en offside. No tuvo suerte el local pero le sobró corazón, empuje y espíritu deportivo durante los 90 minutos.
Alta seguridad
Los cacheos y las revisiones les tocaron a todos. Foto Noel Smart
El estadio en Reims no tiene más de 25 mil asientos y estaba completo. Se bloqueó la reventa. No cabía literalmente un alfiler y las tribunas de prensa eran un babel de lenguas, donde predominaban los españoles, los italianos, los alemanes y tres argentinos.
La seguridad fue draconiana y no solo por el alerta de atentado o porque desde Reims salieron los Yihadistas que atentaron contra Charlie Hebdo, la revista satírica. El PSG siempre trabaja con mucha seguridad. Pero el prefecto de Reims había dictaminado una ordenanza porque temía que se produjera un nuevo enfrentamiento entre fans parisinos y locales como en 1995.
La policía antidisturbios estaba desplazada en todos los alrededores del estadio. Caballos, perros, escudos protectores. A ellos se sumaba la seguridad personal del club y la que traía el PSG, que había bloqueado el hotel Continental para sus jugadores. El pasaporte sanitario obligatorio y la primera experiencia de un estadio completo con 25.000 personas sin distancia social en plena pandemia, cuando el Covid renace, se transformó en un desafío para las autoridades del club. El control fue más que estricto. No pasaba nadie que no lo tuviera o que el escáner rechazara.
El PSG le ganó al Stade 2 a 0. Pero fue uno de esos partidos donde el resultado es irrelevante. Fueron 25 minutos de placer y de fútbol en el debut de Messi. Al final, Leo abrazó a Thierry Henry, su ex socio en el Barcelona y ahora comentarista de Amazon Prime Video. Faltaba lo mejor: el momento más emocionante de la velada fue cuando el arquero del Stade de Reims, Predrag Rajkovic, corrió a buscar a su pequeño bebé, llegó al centro de la cancha, se lo entregó a Messi y les sacó una foto que rápidamente se convirtió en la postal de una noche inolvidable.