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Variante Delta: una súper máquina lleva 7 meses sin uso y podría haber evitado los varados en el exterior

Está desde enero en el Malbrán y costó U$S 1 millón. Cuando Ginés González García dejó el ministerio, todo se frenó. Puede multiplicar por veinte la vigilancia genómica. Qué pasó y cuándo funcionará.

Se podría imaginar una Argentina en la que los argentinos de viaje en el exterior, hacia fines de junio, hubieran podido regresar a Ezeiza tal como lo habían programado. Convertir ese deseo en realidad dependía de una decisión de política sanitaria: darle uso inmediato a una súper máquina que se compró en enero, bajo la gestión de Ginés González García. Pero no sucedió.

Visto en perspectiva, las consecuencias del vacunatorio VIP pueden haber sido más dañinas que la indignación por aquellas dosis de privilegio. La eyección del entonces ministro de Salud coincidió con el freno a este proyecto clave, que hubiera permitido tener un control preciso y masivo de las variantes del Covid, tanto de casos importados como en circulación.

La historia empezó el 22 de diciembre de 2020. Ese día se firmó la orden de compra de un secuenciador de muestras de Covid de última generación. Costó casi un millón de dólares. Pero aquel ímpetu inicial se vio diluido tras la partida de González García. El artefacto arribó al país el 14 de enero. Argentina era uno de los tres países del mundo que tenía uno. Por ahora no se usó.

¿Qué permitiría hacer este aparato? Secuenciar, en el Instituto Anlis Malbrán, 3.072 muestras de Covid cada 24 horas. ¿Cuál es la capacidad operativa hoy? Unas 250 muestras semanales. Es decir que si la flamante máquina trabajara sólo 8 horas por día de lunes a viernes, le alcanzaría para multiplicar por 20 la capacidad de testeo y secuenciación actual.

Se llama CovidSeq, pesa 600 kilos y de aspecto parece un cajero automático. Pero aquel logro de enero “ocultaba” un detalle: para poner a trabajar la máquina hacía falta una plataforma complementaria, que permite procesar las muestras de Covid de forma robótica. ¿Por qué no se compró todo junto? Es una buena pregunta.

La máquina arribó a la Argentina el 14 de enero. Foto: Télam

La máquina arribó a la Argentina el 14 de enero. Foto: Télam

Fuentes del Instituto Malbrán atribuyen la dilación a que en ese momento no había en stock los “brazos robóticos” necesarios porque “se trataba de una tecnología nueva”. Explicaron que ahora hubo que mandarlos a fabricar a Estados Unidos, luego de una serie de peripecias no exentas de la burocracia estatal aun en tiempos de pandemia.

Las fuentes oficiales cuentan una anécdota que traza una idea de la tragedia argentina en términos de gestión. Cuando nuestro país recibió el CovidSeq, en enero, el prestigioso Instituto Sanger de Gran Bretaña aún o tenía ninguno instalado. Hoy ya tienen siete funcionando a todo vapor y son referentes mundiales en vigilancia genómica.

Los tiempos de diagnóstico de la variante Delta en el país hoy son lentos: en el caso de los dos primeros casos porteños detectados sin nexo epidemiológico, uno dio positivo el 4 de julio y recién el 30 de julio se informó oficialmente que correspondía a la variante de la India. El otro dio positivo el 20 de julio y la variante se conoció diez días después.

Una mirada desde enero hasta el 9 de agosto -último reporte epidemiológico oficial-, permite ver que en el país se secuenciaron apenas 443 muestras de viajeros y 3.189 de no viajeros. Es decir que en algo más de siete meses se analizó poco más de lo que la nueva tecnología disponible podría haber hecho en 24 horas de trabajo ininterrumpido.

Esto significa que en ese plazo, cuando en Argentina se reportaron 3.394.241 nuevos casos positivos de Covid, se realizaron 3.632 secuenciaciones. Esta relación permite concluir que apenas el 0,1 por ciento de los testeos tuvo su correspondiente secuenciación y, por lo tanto, la información de las variantes correspondientes.

El Instituto Malbrán, en Barracas. Foto: Mario Quinteros

El Instituto Malbrán, en Barracas. Foto: Mario Quinteros

Los niveles de secuenciación en la mayor parte del mundo son superiores a los locales. En Europa se secuencia el 3 por ciento de los testeos de Covid -30 veces más que en Argentina-. En Estados Unidos, el 1,4 por ciento -14 veces más-. Oceanía es inalcanzable: 37 por ciento. Mientras que en Sudamérica se secuencia entre el 0,1 y el 0,4 por ciento.

Según pudo reconstruir Clarín en base a información pública, el CovidSeq llevaba ya 120 días en el Malbrán cuando en mayo la dirección del instituto decidió convocar a una licitación para comprar el complemento imprescindible que necesita para operar.

Y si bien en un contexto de pandemia se podría haber optado por una compra de exclusividad -como se hizo para comprar el CovidSeq, ya que el mercado de una tecnología tan de punta no ofrece demasiadas alternativas-, se eligió la burocracia convencional: una licitación pública.

El agravante fue que esa licitación fracasó porque, según las fuentes consultadas, “la única oferta presentada no se ajustaba al pliego”. Recién el 8 de julio se llamó a otra vuelta de oferentes. Las fuentes confirmaron que ahora “ya está hecha la compra y la entrega sería a mediados de septiembre”. ¿Cuándo funcionará? Dijeron que, probablemente, “antes de fin de año”.

La funcionalidad del CovidSeq va más allá de la frustración de no haber podido mitigar la angustia y el gasto que implicó para miles de argentinos tener que permanecer en el exterior hasta que su avión fuera autorizado a volar, en vez de volver y poder conocer en horas un diagnóstico, incluida la variante. Hubiera permitido, también, saber con precisión en qué situación se encuentra la circulación comunitaria de la Delta.

Testeo en uno de los centros porteños. Foto: EFE

Testeo en uno de los centros porteños. Foto: EFE

Tal vez la falta de rigor científico, que acarrea la imposibilidad de contar aún con la tecnología que el mismo erario público solventó, es lo que llevó a la ministra Carla Vizzotti a afirmar el último lunes que la circulación comunitaria de la Delta “está cerquita”, una unidad de medida tan subjetiva como difícil de dimensionar.

La posibilidad de utilizar la máquina del millón de dólares podría hacer que la Argentina se acerque a niveles de secuenciación del Covid más próximos a los europeos. La oportunidad no pudo fraguar durante los últimos 7 meses. ¿Qué predominio tiene la variante Delta hoy en el país? Realmente no se sabe, porque los recursos disponibles para determinarlo son insuficientes.

Los argentinos nos enteramos con cuentagotas: un foco en Córdoba, algunos casos en la Ciudad de Buenos Aires, uno supuestamente aislado en Mendoza, otro en la provincia de Buenos Aires. Datos sueltos arman un mapa precario que impide saber a ciencia cierta cuán cerca está realmente el peligro, sin resignarnos al “filoménico” eufemismo del diminutivo.

El uso de la máquina CovidSeq, debido a su capacidad de procesamiento, no sólo hubiera podido permitir el regreso de más argentinos al país, sino eventualmente -bajo un control estricto- que lleguen turistas para reactivar la economía. Además, una cantidad superior de infectados podría saber qué variante los infectó.

El CovidSeq habría otorgado a nuestro país la posibilidad de que el Estado se hiciera cargo de localizar y encontrar más casos de la variante Delta, para pasar del micromundo del diagnóstico aislado al macromundo de la verdadera vigilancia genómica. La paradoja es que la incapacidad argentina, esta vez, se dio a pesar de que la herramienta existía.

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