El Estado de exaltación permanente de Alberto Fernández es preocupante y escandaliza cada día a un nuevo sector de la sociedad
Un Presidente de la Nación que se expone a diario como lo hace Alberto Fernández termina siendo un peligro tanto para sí mismo como para el espacio político que representa y para la nación entera. ¿Nadie de su entorno le aconseja que se llame a silencio? ¿Debe un presidente hablar de todo, todo el tiempo? La prudencia indica que no. Se exhibe a sí mismo y sus propias miserias de manera cruda y a diario. Su desprestigio no cesa de crecer. Imputado, indefenso y repudiado, ¿le queda margen de actuación para gobernar una nación devastada? Si lo hay, es muy escaso, y eso es precisamente lo que nos coloca en riesgo a todos los argentinos. Es un problema grave.
Ya nos ha dado muestras suficientes de que la ética de la virtud le es ajena. La de la templanza también. El carácter del Presidente se encuentra resquebrajado, y en plena campaña electoral no hace más que echar un balde de nafta al fuego de la grieta que nos enferma cada día un poco más. Se autoinvolucra en tantos problemas que le quitan tiempo útil para lo que realmente importa: gobernar un país roto. Su presidencia será recordada por muchas cosas, menos por estar entre las mejores. Con más de dos años por delante deberá sostenerse en el cargo sin poder alguno y, lo peor, sin credibilidad. Se colocó sólo en el dilema del prisionero. Haga lo que haga termina perdiendo. Es un ejemplo de problema de suma cero que pueden llevar a cada jugador a escoger traicionar al otro, pero ambos obtendrían un resultado mejor si colaboran. La dificultad es que la dueña del poder y de los votos denosta a su encargado de gobernar, lo reta en público por tomar agua del pico de la botella, y él sumiso, acata.
La historia reciente de Fernández lo condena en su calidad de confeso ofensor de las mismas normas que impuso al resto de la población, respecto de las cuáles se estima, hay unas cuarenta mil causas en curso actualmente a lo largo y a lo ancho de nuestra fracturada nación. Fernández como aspirante a presidente ejemplar ya fracasó. Sus virtudes, si alguna tuvo, se esfumaron junto con su credibilidad, mucho antes de ahora. Dijo hace tiempo que saltarse la fila de la vacuna era solo una picardía, apañando las conductas inmorales de quienes se beneficiaron con el vacunatorio VIP. Ya superamos los 111.400 fallecidos, muchos se hubieran evitado si tuviéramos menos pícaros.
Sus constantes errores ponen en jaque el proyecto de la dueña del poder y los votos al mismo tiempo que escandaliza cada día a un nuevo sector de la sociedad. Nos quita paz social y calidad de vida a todos los argentinos con sus ya permanentes desaciertos. A Fernández el traje de líder le quedó grande. Demostró carecer de los atributos necesarios. Solo tiene la investidura institucional que debe preservar, más que por su propio futuro, por el de la Nación misma.
El anacronismo de sus apariciones públicas son el fundamento mismo de su hecatombe. Se lo terminó comiendo el personaje que pensó que era, pero que jamás será. Ya nunca más volverá a ser el mandatario que explicaba con enjundia las “filminas” a un pueblo entero que lo escuchaba con atención las primeras semanas de pandemia. Pasó en poco tiempo de profesor de Derecho a devaluado abogado que se representa equivocadamente a sí mismo en una causa de trascendencia nacional que lo tiene como imputado. Su exaltación vuelve a ganarle a la templanza, mesura y moderación que debería primar en todos sus actos.
Lamentablemente lejos está de eso. Fernández se sepultó a sí mismo en el océano de la impericia. Con cada aparición pública se hunde un poco más. ¿Nadie se lo dice? ¿No lo entiende? Los desencuentros discursivos de nuestro mandatario, que chocan de frente con la realidad, son los que lo dejan “grogui” y a la deriva. Lo mejor que podría pasar ahora sería que lo suban a un avión para salir se gira y viajar lo más lejos posible para darnos a todos un poco de respiro y paz. La campaña electoral necesita de manera urgente un debate de ideas sobre nuestro futuro y no uno sobre las torpezas del presente.
Es un presidente que se desmiente a sí mismo. Dice una cosa en público, hace otra en privado (Olivos Gate), al mismo tiempo que alega algo diferente en la causa judicial donde se le imputa la posible comisión de un delito, que además resulta violatorio de un DNU que lleva su propia firma. A todo esto se agrega que primero la culpa fue a su querida Fabiola, para decir al día siguiente que no, que asumía él toda la responsabilidad como corresponde a un hombre hecho y derecho. Además se presenta en la causa donde se lo imputa sin abogado, pero el que dice ser su abogado afirma días antes en público que el fiscal es “coimero” y que los jueces le “importan un huevo”, violando en público el artículo 22 del Código de Ética que rige la actuación de los abogados. Agotador.
Vivimos en un estado de enajenación colectiva permanente, un país tóxico. La expresión “locura colectiva” es de uso frecuente para hablar de fenómenos muy diversos, desde las epidemias que precedieron a la actual, hasta el auge de Hitler y el nazismo, o incluso de las revoluciones comunistas. La noción de locura colectiva “argentina” es la reacción o el estrés que genera en la población el desvarío de nuestros gobernantes. En nuestro caso, la locura colectiva es una consecuencia del enloquecimiento de los dirigentes, quienes se muestran alejados de la realidad, como si vivieran en un mundo diferente (una vida de lujo pagada por los contribuyentes). Nuestros gobernantes con su esquizofrenia nos generan una enajenación colectiva, lo que importa una reacción patológica en la población, que no pierde su relación con la realidad sino que reacciona al estrés que nos generan la mala gobernanza que padecemos. Los malos gobiernos enferman al pueblo.
En poco más de 24 horas tres hechos diferentes, con significados individuales diversos, tomaron estado público conmoviendo a la opinión pública, veamos:
26 de agosto de 2021 (Infobae): Un diputado de Corrientes fue baleado en pleno acto de cierre de campaña y se encuentra en grave estado. Se trata de Miguel Arias, dirigente del Frente de Todos en dicha provincia, en la que el próximo domingo se realizarán las elecciones para elegir gobernador. El Presidente publica en su Twitter: “Deseamos la pronta recuperación del candidato agredido y exhortamos al @CorrientesGob a que garantice la paz y la seguridad en la jornada electoral del próximo domingo”. A los 17 minutos de ese posteo el hijo del diputado baleado le responde: “Hola Alberto, mi viejo no es candidato. Ya es diputado hace casi 2 años, en el partido que VOS encabezás. Me parece una total falta de respeto y atención para nosotros que ni siquiera hayan verificado quién era”. Como dice la canción de Charlie García: “Say no more”.
26 de agosto de 2021 (Infobae): “Esta madrugada se viralizó en redes sociales el video de una docente de La Matanza gritando ante alumnos de cuarto año para defender a los gobiernos kirchneristas y criticar a Mauricio Macri. Infobae pudo corroborar que la protagonista del registro es Laura Radetich, profesora de la Escuela Técnica N° 2 “María Eva Duarte” de Ciudad Evita, quien fue separada preventivamente de su cargo mientras se realiza una investigación administrativa”. El Presidente sale públicamente a dar su apoyo a la cuestionada docente. El viernes 27 de agosto dice textualmente: “Que haya tenido ese debate es formidable porque le abre la cabeza de los alumnos”. En paralelo su Ministro de Educación dijo: “Nos oponemos a todo tipo de adoctrinamiento”. Once días antes (16 de agosto de 2021), la cuestionada docente expresó en sus redes (cito textualmente): “Si, pero antes q vuelva M prefiero a AF. Es boludo pero no nos mata”, era su respuesta a “Pablo” quien le dijo textual, con faltas de ortografía incluidas: “Todos estamos de acuerdo que Alberto Fernández es un pelotudo y solo lo votamos porque lo digo la jefe??”. Tanta impericia desborda el recipiente del intelecto.
Madrid, 27 de agosto (Europa Press): La noticia se esparció rápidamente por todo el mundo. La Fiscalía argentina ha imputado este jueves al presidente del país Alberto Fernández, y ha abierto una investigación penal en su contra por su participación en una fiesta, con la que se habría vulnerado las restricciones impuestas por la COVID-19. Las desventuras de nuestro mandatario rápidamente se “viralizaron” por los principales medios de todo el mundo. Tambien el hecho llegó a la tapa del Financial Times, dando cuenta del impacto político del Olivos Gate. El título de la nota lo dice todo: “La fiesta en cuarentena de Fernández desconcierta a los votantes argentinos”.
Para Friedrich Nietzsche la locura en los individuos es algo raro, pero en grupos, partidos políticos, naciones y épocas, es la regla. Podemos afirmar sin miedo a equivocarnos que nuestra sociedad está actualmente en un estado de “locura colectiva”. Los tres hechos descriptos precedentemente, no son casuales, son solo tres, hay muchos más. La realidad de la nación modelo 2021, resulta alarmante y sumamente preocupante de cara a nuestro futuro, el cual para muchos se acerca cada vez más al aeropuerto de Ezeiza.
La Academia Nacional de Letras elaboró un Diccionario Fraseológico del Habla de los Argentinos que se ocupa de recopilar la lengua viva del pueblo, su creatividad y ocurrencias. De su lectura podemos aprender mucho sobre nuestra identidad nacional. Una de las frases recopiladas que llamó mi atención esta semana fue “pato criollo” la cual -según la obra consultada- define “ser torpe”. Se dice del pato criollo dos afirmaciones: “Cada paso, una cagada”. Y que “hace tres cosas: nada, vuela y camina, y las tres las hace mal”.
Podríamos afirmar que la definición de pato criollo es “formidable porque es un debate que abre la cabeza de los argentinos, que invita a pensar”, cuando las urnas están a la vuelta de la esquina.