El emblema que representa a los folkloristas argentinos -elegido por el Primer Congreso Nacional del Folklore (1948)- es el árbol. Las escasas hojas representan la juventud primaveral de la ciencia. Las palomas, la unión de lo material con lo espiritual en la amplitud del folklore. El tronco y ramas están envueltas con una banda que dice: Qué y cómo el pueblo piensa, siente, imagina y obra. Este emblema fue ideado por Rafael Jijena Sánchez.
De acuerdo a las zonas, el folklore tiene sus particularidades, existe, por ejemplo, el folklore correntino o guaraní, propio de Corrientes, norte de Entre Ríos, litoral del Chaco, Formosa y Misiones. El cuyano, que es de San Juan, Mendoza, San Luis y parte de La Rioja; el folklore pampeano en Buenos Aires, La Pampa y sur de Córdoba y Santa Fe. El folklore norteño, que agrupa los cantos y danzas originarios de Santiago del Estero, norte de Córdoba y Santa Fe, y parte de Tucumán. Y el andino o salteño, que se desarrolla en Salta, Jujuy, La Rioja, norte de Tucumán y Catamarca.
En nuestro país, se recuerda nacimiento del entrerriano Juan Bautista Ambrosetti (1865-1917), fue: Etnógrafo, paleontólogo, arqueólogo, historiador, iniciador en el país de la exploración arqueológica científica y el primero en realizar estudios del folklore nacional.
El arqueólogo inglés William John Thoms fue el primero que utilizó la palabra “folklor”, el 22 de agosto de 1846, en un escrito publicado en la revista The Athenaeum de Londres.
Poco más de un siglo después, el 22 de agosto de 1960, se realizó en Buenos Aires, el Primer Congreso Internacional de Folklore. Presidido por el prestigioso folklorólogo salteño Augusto Raúl Cortazar, reunió a representantes de 30 países quienes instauraron el 22 de agosto como el Día del Folklore. Esta celebración coincide con el nacimiento de Juan Bautista Ambrosetti en la ciudad de Gualeguay (1865) y en su honor se festeja el Día Argentino del Folklore.
Hijo del comerciante y empresario italiano Tomás Ambrosetti y de Rosa Antola, se formó primero en el English College y luego en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Estudiando en Buenos Aires trabó relaciones con Florentino Ameghino. Con casi 20 años se sumó a las expediciones de naturalistas que realizaron investigaciones en diferentes regiones del país, como la selva misionera o el desierto de Catamarca, y también en los montes santiagueños y en el Chaco y, de regreso, publicó sus experiencias bajo el seudónimo de Tomás Bathata.
Poco después fue designado director de la sección Zoología del Museo Provincial de Paraná, donde trabajó con Pedro Scalabrini, profesor de la clase de geología. Su formación humanista se completó con Eduardo Ladislao Holmberg. Los cargos que ocupó en estos años y las instituciones que publicaron sus trabajos confirman su calidad de naturalista. Tuvo distintos puestos en el Instituto Geográfico Argentino, en la Sociedad Argentina de Enseñanza por medio de Proyecciones Luminosas, en la Sociedad Científica Argentina y en el Museo Natural de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, dirigido por Florentino Ameghino, aunque ya como encargado del área de arqueología.
Viajero e investigador incansable, realizó numerosas expediciones que enriquecieron los conocimientos de topografía, arqueología y etnografía del país. Representó por primera vez a la Argentina en el Congreso Científico de Nueva York, celebrado en 1902. También, en 1908, participó del Congreso de Americanistas de Viena. Intervino en la Junta de Historia y Numismática Americana entre 1901 y 1917 y en el Museo Arqueológico y Antropológico de Buenos Aires.
En 1904 gestionó la creación del Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, del cual fue su primer director. Esta universidad lo nombró Doctor Honoris Causa en 1910. Ya tenía reconocido perfil en los ámbitos científicos de América y de Europa; representando al país en numerosos congresos científicos internacionales.
Realizó publicaciones para el Zoológico de Buenos Aires, el Instituto Geográfico Argentino, la Sociedad Científica Argentina, el Museo Nacional de Buenos Aires, el Museo de La Plata y la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), el Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba, la Escuela Positivista de Corrientes y el Investigador, y el Boletín Nacional de Agricultura. Ha dejado una bibliografía fundamental (más de 70 ensayos) para las distintas especialidades a las que se dedicó. Catalogó más de 20.000 piezas de flora y fauna. Entre sus muchas obras sobresalen Arqueología argentina, Supersticiones y leyendas, Los monumentos megalíticos de Tafí del Valle, La civilización calchaquí y Los cementerios prehistóricos del Alto Paraná, entre otros.
Además, se lo considera como el iniciador del estudio sobre bases científicas del folklore argentino. Su primer trabajo sobre el tema fue Materiales para el estudio del Folklore Misionero (1893). Su obra sentó las bases para el estudio etnomusicológico.
Murió en Buenos Aires el 28 de mayo de 1917, a los 52 años de edad.