En lo que va del año, las ventas de dólares del sector al Banco Central acumularon más de 20 mil millones de dólares, un récord absoluto.
Hola, ¿cómo estás? Yo bien, reflexionando sobre la “noticia económica del día”: el FMI nos remitió 4.330 millones de dólares en concepto de Derechos Especiales de Giro, como parte de una repartija general destinada a sobrellevar los efectos deletéreos de la pandemia. Los analistas se agolparon en torno a una idea básica: que esta plata no va a engrosar las reservas del Banco Central por mucho tiempo, porque se vienen vencimientos de la deuda. Y que para fin de año habrán desaparecido. ¡Qué bajón!
Aquí es donde se me cruzó un pensamiento. Hace pocos días, La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), anunciaron que durante el último mes de julio las empresas del sector liquidaron la suma de 3.520 millones de dólares. Es un récord absoluto para ese mes en las estadísticas desde comienzos de este siglo y en toda la serie histórica. Es un aumento del 4,8 % con respecto al precedente mes de junio y un incremento del 53,2 % en relación con el mismo mes de julio del año anterior.
En lo que va del año, las ventas de dólares del sector al Banco Central acumularon más de 20 mil millones de dólares, lo que también es un récord histórico. Es decir, cinco veces más que la ansiada remesa del FMI.
Los analistas también hicieron cálculos sobre el impacto de esta llegada de los DEG sobre las reservas netas, concluyendo en que quedarían en los 6.000 millones de dólares. Y se me cruza otro razonamiento: este es el monto que hasta el momento ha capturado el Estado a través de los derechos de exportación, sin contar que encima está el desdoblamiento cambiario (ahora del 80%). No es novedad, por cierto, pero no está demás refrescarlo. Sobre todo, cuando he leído que los DEG del FMI “son un maná que nos llegó del cielo”.
Bueno, me pregunto: los sojadólares, o los trigodólares o los maizdólares, ¿también llovieron del cielo? No hablo de la carnedólar, porque, ya sabemos, el gobierno suspendió las exportaciones, que el año pasado fueron también récord con casi 4 mil millones de dólares (sumando las menudencias). Si el gobierno K alardeó de cuidar la mesa de los argentinos, fue después de calcular que en realidad no necesitábamos tantas divisas. “Estamos embuchados”, hubiera dicho el Pepe Mujica. En otras épocas, cuando apremiaba la escasez de dólares, se hubiera apelado a una veda al consumo interno. Dios no lo permita, pero conviene recordar que quien empezó con eso fue el ex presidente Juan Domingo Perón en 1952. Lo hizo cuando la agricultura entró en picada, con el congelamiento de los alquileres, el IAPI, la Junta de Granos, los puertos en manos de los sindicatos y otras lindezas. Entonces, hubo que comer pan negro y bancarse las vedas, implantadas para dejar algo de carne para exportar. El “modelo de sustitución de importaciones” necesitaba dólares y ya no los conseguiría.
El agro es mucho más que divisas. Poco a poco la sociedad lo va descubriendo. El economista Pablo Gerchunoff presentó hace pocas semanas su idea de “economía popular exportadora”. Las cifras de CIARA-CEC muestran los dólares, pero basta entrarle al Google Earth y recorrer la hidrovía del Paraná para tener una idea de lo que hay detrás. A los puertos del Paraná convergen autopistas, rutas y vías ferroviarias que forman un sistema arterial imponente. Se puede recalar en cada ciudad, en cada pueblo, donde crecen los parques industriales donde se fabrican los implementos, se procesan las semillas, se elaboran fertilizantes y todo lo que da el cimiento de esta industria popular exportadora. El Google Earth muestra sólo la cáscara: adentro está la esencia del valor, que es el conocimiento. Como el de la startup rosarina integrada por investigadores del Conicet y la universidad pública, que lograron patentar moléculas herbicidas obtenidas de plantas que crecen en las banquinas. Y lo hizo asociado nada menos que al Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA). Una elegante demostración del tejido social que crece como telaraña a partir de ponerle cabeza a lo que ya está probado que funciona.
Lo bueno es que se vaticina un incremento en la superficie cultivada. Más trigo, más maíz, y quizá también más soja. Los precios están ayudando, frente a un clima que está complicando a todo el mundo (aquí también hay preocupación). Algunos economistas empiezan a preguntar por el clima. Saben que del agro dependen muchas cosas. Ojalá no se limiten a contar los verdes, y que vean más de adentro cómo se generan.