La joven alcanzó a trabajar sobre los primeros 21 meses de anotaciones, sobre 25 totales. Los otros cuatro también se incluyen.
“Mi lapicera fuente siempre fue un bien muy preciado para mí”, escribió Ana Frank. “A los trece años la lapicera me acompañó a la Casa de atrás, donde corrió conmigo por innumerables diarios y escritos”.
Ana soñaba con ser periodista y escritora, y publicar una novela a la que llamaría La casa de atrás, basada en las anotaciones que hizo en su diario epistolar –en el que cada entrada se dirige a “Kitty”, su amiga imaginaria- durante la ocupación nazi de los Países Bajos.
La niña escribió entre el 14 de junio de 1942 y el 1 de agosto de 1944, tres días antes de la irrupción de un grupo de oficiales nazis en el escondite que habitaba en Ámsterdam con sus padres, su hermana y otras cuatro personas, y se llevara detenidos a todos ellos y a dos de sus protectores.
Ana había comenzado a escribir en su diario de tapas rojas cuadriculadas el 12 de junio de 1942, cuando lo recibió de regalo para su cumpleaños número 13.
Auschwitz. Un campo del horror nazi. Foto Reuters
En esta fecha, en homenaje al nacimiento de la autora, la Editorial Eudeba y el Centro Ana Frank Argentina publican por primera vez a nivel mundial la versión completa e integrada de El Diario de Ana Frank, editado originalmente en 1947 por su padre, Otto Frank, único sobreviviente de la familia al horror nazi.
La novedad que presenta esta edición es que contiene la reescritura completa del libro y, a continuación, la única versión que existe de los textos correspondientes a los últimos cuatro meses de la vida de Ana en el escondite ubicado en el edificio de la Compañía Opekta, de la que Otto había sido director.
Ana Frank comenzó a reunir sus diarios sueltos y reescribirlos en una única historia que llevara como título La casa de atrás el 20 de mayo de 1944, cuando a través de “Radio Oranje”, la emisora del gobierno de Holanda en el exilio, escuchó que desde Inglaterra el Ministro de Educación holandés hizo un llamado a guardar archivos y documentos de guerra.
Ana Frank, escribiendo, en abril de 1941. / The anne frank house
De los 25 meses de anotaciones alcanzó a reescribir los primeros 21, porque luego fue deportada, primero al campo de tránsito Westerbork, después al campo de concentración y exterminio de Auschwitz-Birkenau y más tarde al campo de concentración de Bergen-Belsen junto a su hermana, Margot.
Luego de padecer hambre y frío en condiciones inhumanas, las adolescentes contrajeron fiebre tifoidea y murieron en febrero de 1945.
Como si fuera yo
Durante los festejos de la Pascua judía, que se realizan cada año para celebrar la libertad y no olvidar que alguna vez se vivió la esclavitud, esperando que ningún ser humano vuelva a pasar por eso, se canta una canción en hebreo que contiene la siguiente idea: a través de las generaciones debe el hombre (podría actualizarse a “toda persona”) sentirse como si él mismo hubiese salido de Egipto. Es decir, como si él mismo hubiese sido esclavo. También se aplica al Holocausto y sus víctimas. Entre ellas, Ana Frank.
“El papel aguanta más que las personas”, dice Ana al comienzo de su diario, una frase que llegó a su mente en uno de esos días “ligeramente melancólicos”, mientras estaba sentada “con la cabeza apoyada en las manos, aburrida y desganada” sin saber si salir o quedarse en su casa, cuando todavía sus circunstancias le permitían tomar una decisión así.
“Tengo ganas de escribir, y mucho más de desahogarme de una buena vez con respecto a un montón de cosas”, anotó en aquel inicio del proyecto, a sus 13 años, que luego reescribiría desde la mirada de una quinceañera, antes de la llegada de los nazis.
“Hace mucho que sabes que mi mayor deseo es llegar a ser periodista y luego una escritora famosa. Está por ver si algún día podré hacer realidad estas ambiciones (¡o delirios!) de grandeza, pero temas por ahora no me faltan. En cualquier caso, cuando termine la guerra quisiera publicar un libro titulado La casa de atrás. Cabe preguntarse si lo lograré, pero mi diario podrá servir de base”, escribió en la entrada del 11 de mayo de 1944.
“Me escondí en mí misma, me observé solo a mí misma, y anoté imperturbable en mi diario toda mi alegría, burla y tristeza”, había expresado tiempo antes.
En otro momento cita “aquella frase de Goethe que dice ‘Exultante de júbilo, afligido a muerte’”, y considera: “Ciertamente es de aplicación en mi caso. ‘Exultante de júbilo me pongo cuando pienso en lo bien que estamos acá y me comparo con otros chicos judíos, y estoy “afligida a muerte” cuando nos visita la Sra. Kleiman, por ejemplo, y nos cuenta del club de Hockey de Jopie, paseos en canoa, representaciones teatrales y tés de amigas”.
Y luego agrega: “Me entra un fuerte deseo de divertirme yo también desenfrenadamente y reírme hasta que me duela el estómago”. Pero más adelante reflexiona: “Yo misma tengo miedo cuando pienso en todos aquellos con los que me sentí íntimamente ligada y que ahora están librados a los verdugos más crueles que hayan existido jamás. Y todo por ser judíos”.
De puño y letra
Otto Frank murió en 1980, a los 91 años, y dejó los manuscritos originales de su hija como legado al Estado de los Países Bajos, luego de haber enfrentado cuestionamientos acerca de su autenticidad. “En 1986 sometieron los manuscritos a un concienzudo examen pericial, que ratificó definitivamente la autoría de Ana Frank, cuyos resultados han sido publicados en la llamada ‘edición científica’, en la que se comparan el texto de la versión espontánea, la reescrita y la versión que publica Otto Frank”, dice la Introducción a esta nueva reedición del diario, firmada por el Centro Ana Frank Argentina.
De cerca. La firma de Ana Frank. Foto AP
“Al traducirla se plantea la cuestión de si el texto constituye en primer lugar una obra literaria o un documento de época; la respuesta a esta pregunta influye de manera determinante en la estrategia de traducción adoptada”, sostiene Diego Puls, especialista a cargo de pasar a esta versión en español el original del diario en neerlandés.
“En la casa de atrás Ana se desarrolló de tal modo que terminó convirtiéndose en una escritora de verdad. La calidad del texto es indiscutible. Con todo, debido a las circunstancias en que se gestó y en que se publica ahora, se encuentra en una zona de tensión entre obra de arte y documento histórico”, agrega el ganador del premio al traductor del Fondo de las Letras Neerlandesas.
“Cuando leo un libro que me impresiona, tengo que poner orden a fondo en mí misma antes de mezclarme con otras personas; si no, pensarían de mí que tengo una mente un poco rara”, escribió Ana. Durante “una interrupción de las descripciones de la casa de atrás”, anotó también: “Para variar un poco, hace unas semanas empecé a escribir un cuento, algo completamente inventado, y me divertí tanto haciéndolo que ahora los productos de mi pluma empiezan a apilarse”. Y más adelante: “Lo único que me distrae es estudiar, y por eso trato de estudiar mucho”.
Ana Frank. En tiempos más felices. Foto AP
En el escondite, Ana y su hermana tomaban clases de taquigrafía, impulsadas por su padre: “Me parece superinteresante aprender a fondo una escritura así, en clave”, escribió en las páginas de su diario, donde también hablaba acerca de sus diferentes lecturas: “Me encanta la mitología, sobre todo los dioses griegos y romanos. Acá piensan que son inclinaciones pasajeras; nunca oyeron hablar de una adolescente que muestre aprecio por los dioses. ¡Bueno, entonces yo seré la primera!”.
La radio también formaba parte de sus descripciones de la vida cotidiana: “La radio chiquita la llevaremos arriba, claro. En una casa con judíos clandestinos, dinero clandestino y cobre clandestino, una radio clandestina no va a desentonar”.
Y la risa, o la falta de ella: “Soltar unas buenas carcajadas me haría mejor que diez valerianas, pero ya casi nos hemos olvidado de lo que significa reír”.
O reflexiones similares: “Si supieras, Kitty, cómo me hierve la sangre a veces al oír tantos insultos e injurias. De veras, no falta mucho para que toda mi rabia acumulada estalle”.
Sin embargo, también se permitía la esperanza. El 7 de marzo de 1944 Ana le escribió a Kitty: “A la noche, cuando estoy acostada en la cama (…) no pienso en todas las desgracias, sino en las cosas lindas que todavía hay. (…) Mi consejo es: ‘Sal afuera, a los campos, a la naturaleza y al sol, sal afuera y trata de encontrar la felicidad en ti misma; piensa en todas las cosas hermosas que crecen dentro de ti y a tu alrededor y sé feliz’”.